miércoles, 26 de enero de 2011

En qué creo

Es poco frecuente que nos preguntemos sinceramente en lo que creemos, en lo que sentimos referente a la información que nos han inyectado desde pequeños en referencia a seres supremos, seres superiores, iluminados y perfectos en comparación con los humanos.

Y pienso, en el qué hubiera pasado si se me haya pedido mi opinión en cuanto a lo que creo, lo que veo y lo que siento, sin haberme suministrado voluntariamente a fuerzas religión, lenguaje, moda y hasta equipo de futbol.

Y ahora, con un legado de creencias y costumbres, de juicios y morales, sumergido entre cadenas de pecados y perdones, voy tejiendo mi filosofía que a cada día se traga experiencias y vivencias evaluadas entre lo que he llegado a entender como bueno y malo sólo por pertenecer a un grupo de humanos que lo juzgan así, porque así fueron enseñados por sus antepasados; que si lo que yo creo malo lo vivo en otra parte del mundo, sabré que ese pecado no es tan profundo.

Sólo por eso, mi fe se basa en lo que sé, en un dios que le han colgado muchos nombres y que él no los ha pedido para sentirse identificado.
Y ¿en qué creo?
Tal vez mi religión no tenga nombre o libro para estudiar; quizás sólo porque el dios en el que he logrado creer no tiene fronteras o determinado grupo social para liderear.
Este dios elije 365 y a veces 366 días al año para estar con todos por igual sin importarle moda, color, tendencia y dudas, porque por eso nos dotó de inteligencia, para ser libres y evaluar lo que a nuestro paso cruza.

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