POLÍTICA Y RELIGIÓN
La llegada del nuevo arzobispo de Acapulco, Carlos Garfias Merlos, muy cercano a Enrique Peña Nieto, ocurre en pleno proceso electoral y en medio de una de las contiendas más difíciles y competidas de la historia política contemporánea de Guerrero, cuando partidos y aspirantes a la gubernatura andan en desesperada campaña proselitista. Esa situación podría explicar, en parte, el carácter tan religioso como político que adquirió el cambio de la autoridad católica de este arzobispado.
A pesar de los candados legales que se han puesto para evitar la peligrosa mezcla de los asuntos políticos con los espirituales y no obstante la fuerte tradición del laicismo mexicano que ha sido ejemplo a seguir en el plano internacional, a partir del gobierno espurio de Carlos Salinas de Gortari el coctel explosivo de política y religión vuelve a aparecer con serios riesgos tanto para la Iglesia Católica, que ya no puede actuar impúnemente ante una grey más crítica que exige moral y ética a la jerarquía, como para la democracia, que es lesionada por la clase política al pretender abusar de la buena fe de los creyentes con fines eminentemente electorales.
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