Hay 13 países donde te matan si no crees en dios. En Chile no te matan, pero te pueden privar de educación. Si no crees en dios no te abren las puertas del colegio. La discriminación se aprende a edad temprana. Los niños aprenden que los diferentes son el mal y que dios no quiere lo diferente.
El informe ‘Libertad de Pensamiento’, elaborado por la Unión Internacional Humanista y Ética (IHEU, en inglés), refleja el nivel de discriminación y persecución de los no creyentes por todo el mundo. Según datos para el año 2015, ciudadanos de 19 países son castigados por apostasía (renuncia a las creencias religiosas), mientras que en 13 de ellos los ateos corren riesgo de morir.
Entre los 13 países donde las personas no religiosas pueden ser castigadas por ateísmo o blasfemia, se encuentran Afganistán, Catar, Arabia Saudita, Sudán, Irán, Malasia, las Maldivas, Nigeria, Pakistán, Mauritania, Somalia, Emiratos Árabes Unidos y Yemen.
Muchos países poseen leyes sobre la blasfemia que impiden criticar la religión, las figuras religiosas e instituciones. En 55 países ofender los sentimientos religiosos se considera un delito y 39 de ellos prevén encarcelamiento. Entre las leyes que afectan a quienes no son religiosos se encuentran la prohibición de ocupar cargos públicos y la obligación de identificar su religión mediante un documento de identidad nacional o un pasaporte (identificarse como ateo o no creyente está prohibido).
Intolerancia religiosa es una forma de intolerancia contra las creencias o prácticas religiosas (o la falta de las mismas) una persona o grupo. Puede estar motivada tanto por creencias religiosas diferentes, como por otra clase de ideologías, así como por un sentimiento antirreligioso.
La persecución religiosa constituye un caso extremo de intolerancia que implica el maltrato, la violencia, la agresión persistente, y provocar la muerte de un individuo o un grupo religioso. Usualmente, la persecución de esta naturaleza florece por la ausencia de tolerancia religiosa, libertad de religión y pluralismo religioso.
La persecución y el castigo es social, psicológico y físico. Puede tomar forma de agresiones, apedreamientos, torturas, pena de prisión, ejecuciones injustificadas, negación de beneficios y de derechos y libertades civiles. Puede también implicar confiscación de bienes, destrucción de propiedades o incitamiento al odio, entre otras cosas.
El monopolio religioso es un atractivo a la intolerancia religiosa fácil de entender. Desde niños, los seres humanos son conscientes de su impotencia respecto a cosas fundamentales como la comida, el amor y la propia vida. La religión les ayuda a afrontar la pérdida y el miedo a la muerte; enseña principios morales y hace que la gente los siga.
Pero, precisamente porque las religiones son fuentes tan poderosas de moralidad y sentido comunitario, se convierten con demasiada facilidad en vehículos para huir de la impotencia, que tantas veces se manifiesta en opresión e imposición de jerarquías. En el mundo de hoy, las personas abordan las diferencias étnicas y religiosas de maneras nuevas y temibles. Al aferrarse a una religión que consideran verdadera, al rodearse de correligionarios y colocar por debajo a los que no abracen esa religión, pueden olvidar durante un tiempo su debilidad y su mortalidad.
Dos ideas suelen alimentar la intolerancia y la falta de respeto en materia de religión. La primera, que nuestra religión es la única verdadera y las demás son falsas o tienen fallos morales. Mucho más peligrosa es la segunda: que el Estado y los ciudadanos particulares deberían obligar a la gente a abrazar la forma correcta de abordar la religión. Ejemplos recientes y preocupantes son la aplicación de la ley de la sharia por jueces islámicos.