La
verdadera causa de la renuncia del Papa.
Fuente:
Feb. 12 – 2013 oehd.wordpress.com siempre renuncias BXVI
El Papa
renunció. Así amanecerán sin fin de periódicos mañanas, así amaneció el día
para la mayoría, así de rápido perdieron la fe unos cuantos y otros muchos la
reforzaron. Y que renunciara, es de esas cosas, que no se entienden.
Yo soy
católico. Uno de tantos. De esos que durante su infancia fue llevado a misa,
luego creció y le agarró apatía. En algún punto me llevé de la calle todas mis
creencias y a la Iglesia de paso, pero la Iglesia no está para ser llevada ni
por mí, ni por nadie (ni por el Papa).
En algún punto
de mi vida, le volví a agarrar cariño a mi parte espiritual (muy de la mano con
lo que conlleva enamorarse de la chavita que va a misa, y dos extraordinarios
guías llamados padres), y así de banal, y así de sencillo, recontinué un camino
en el que hoy digo: Yo soy católico. Uno de muchos, si, pero católico al fin.
Pero así sea
un doctor en teología, o un analfabeta de las escrituras (de esos que hay
millones), lo que todo mundo sabe es que el Papa es el Papa. Odiado, amado,
objeto de burlas y oraciones, el Papa es el Papa, y el Papa se muere siendo
Papa.
Por eso hoy
cuando amanecí con la noticia, yo, al igual que millones de seres humanos nos preguntamos ¿por qué?
¿Por qué renuncia señor Ratzinger?. ¿Le entró el miedo? ¿Se lo comió la edad?
¿Perdió la fe? ¿La ganó?
Y hoy, después de 12 horas, creo que encontré
la respuesta: El señor Ratzinger, ha renunciado toda su vida.
Así de
sencillo.
El Papa
renunció a una vida normal.
Renunció a
tener una esposa.
Renunció a tener
hijos.
Renunció a
ganar un sueldo.
Renunció a la
mediocridad.
Renunció a las
horas de sueño, por las horas de estudio.
Renunció a ser
un cura más, pero también renunció a ser un cura especial. Renunció a llenar su
cabeza de Mozart, para llenarla de teología.
Renunció a
llorar en los brazos de sus padres.
Renunció a
teniendo 85 años, estar jubilado, disfrutando a sus nietos en la comodidad de
su hogar y el calor de una fogata.
Renunció a
disfrutar su país.
Renunció a
tomarse días libres.
Renunció a su
vanidad.
Renunció a
defenderse contra los que lo atacaban.
Vaya, me queda
claro, que el Papa fue un tipo apegado a la renuncia. Y hoy, me lo vuelve a
demostrar.
Un Papa que
renuncia a su pontificado cuando sabe que la Iglesia no está en sus manos, sino
en la de alguien mayor, me parece un Papa sabio.
Nadie es más
grande que la Iglesia. Ni el Papa, ni sus sacerdotes, ni sus laicos, ni los
casos de pederastia, ni los casos de misericordia. Nadie es más que ella.
Pero ser Papa
a estas alturas del mundo, es un acto de heroísmo (de esos que se hacen a
diario en mi país y nadie nota).
Recuerdo sin
duda, las historias del primer Papa. Un tal Pedro. ¿Cómo murió? Si, en una
cruz, crucificado igual que a su maestro, pero de cabeza.
Hoy en día,
Ratzinger se despide igual. Crucificado por los medios de comunicación,
crucificado por la opinión pública y crucificado por sus mismos hermanos
católicos.
Crucificado a
la sombra de alguien más carismático. Crucificado
en la humildad, esa que duele tanto entender. Es un mártir contemporáneo, de esos a los que se les pueden inventar
historias, a esos de los que se les puede calumniar, a esos de los que se les
puede acusar, y no responde. Y
cuando responde, lo único que hace es pedir perdón. ‘Pido perdón por mis
defectos’. Ni más, ni menos.
Que
pantalones, que clase de ser humano. Podría yo ser mormón, ateo, homosexual y
abortista, pero ver a un tipo, del que
se dicen tantas cosas, del que se burla tanta gente, y que responda así, ese
tipo de personas ya no se ven en nuestro mundo.
Vivo en un mundo donde es chistoso burlarse del
Papa, pero pecado mortal burlarse de un homosexual (y además ser tachado de paso como mocho, intolerante, fascista,
derechista y nazi).
Vivo en un mundo donde la hipocresía alimenta las
almas de todos nosotros.
Donde podemos juzgar a un tipo de 85 años que quiere
lo mejor para la Institución que representa, pero le damos con todo porque
“¿con qué derecho renuncia?”.
Claro, porque en el mundo NADIE renuncia a nada. A nadie le da flojera ir a la escuela. A nadie le da flojera ir
a trabajar. Vivo en un mundo donde todos los señores de 85 años están activos y
trabajando (sin ganar dinero) y ayudan a las masas. Si, claro.
Pues ahora sé Señor Ratzinger, que vivo en un mundo
que lo va a extrañar.
En un mundo que no leyó sus libros, ni sus
encíclicas, pero que en 50 años recordará cómo, con un simple gesto de
humildad, un hombre que fue Papa, y cuando vio que había algo mejor en el
horizonte, decidió apartarse por amor a su Iglesia. Va a morir tranquilo
señor Ratzinger.
Sin homenajes
pomposos, sin un cuerpo exhibido en San Pedro, sin miles llorándole aguardando
a que la luz de su cuarto sea apagada. Va
a morir, como vivió aun siendo Papa: humilde.
Benedicto XVI, muchas gracias por renunciar.
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