https://www.youtube.com/watch?v=9UnmF9rQZa0
Por causa de un ecumenismo mal orientado y de un excesivo énfasis moralista, se observa en nuestro tiempo una acusada tendencia a minimizar las diferencias entre catolicismo romano y protestantismo. (Aunque nada complaciente con el primero, este artículo no debe entenderse como un ataque a ningún creyente en particular. Son las ideas y no las personas el objeto de nuestra crítica).
«No puedo ni quiero retractarme en nada, porque no es seguro ni honesto
actuar contra la propia conciencia. Que Dios me ayude. Amén.»
(Martín Lutero, ante la Dieta de Worms, 1521)
actuar contra la propia conciencia. Que Dios me ayude. Amén.»
(Martín Lutero, ante la Dieta de Worms, 1521)
Cierta escritora lo tenía muy claro: «Cristo fue protestante.»1 Aludía así a las protestas de Jesús contra la adoración formalista e hipócrita en la que había devenido el judaísmo, y asemejaba esa actitud del Maestro a la que muchos siglos después mostraron los Reformadores.
En este artículo no vamos a abordar la cuestión teológica que históricamente separó al protestantismo del catolicismo romano. Tampoco pretendemos enzarzarnos en la polémica surgida a partir de la tesis de Max Weber relativa a la superioridad de los países y comunidades protestantes.2
Nuestro modesto propósito es, más bien, subrayar los aspectos prácticos que se derivan de la diferencia entre las mentalidades protestante y católica romana, con sus consecuencias para el estilo de vida de cada cual.3
Comparación entre las dos mentalidades
Hablamos, pues, de dos visiones religiosas mucho más alejadas de lo que a menudo se afirma. Mientras el romanismo tiende a centrarse en el ser humano, su esfuerzo y su libre albedrío, el protestantismo clásico enfatiza sin cesar la gracia y la soberanía de Dios como únicas garantías para superar nuestra condición caída. En este sentido, cabe afirmar que se trata de dos concepciones que se dan la espalda, mirando en sentidos opuestos.
1. Ellen G. White, “Visit to the Vaudois Valleys”, Advent Review and Sabbath Herald, 1 de junio 1886.
2. El agnóstico sociólogo alemán atribuía esta superioridad a la visión más libre y progresista que, a su entender, es propia del espíritu luterano y, sobre todo, calvinista. Véase M. Weber,La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Barcelona, Orbis, 1985.
3. Postulamos, de hecho, que no hay un factor más poderoso (ni siquiera el económico) en relación con la conducta ética y práctica de personas y pueblos, que la mentalidad, la religiosa incluida. En esto coincidimos con la tesis de Weber, contraria a visiones economicistas como la de Marx y sus seguidores.
2. El agnóstico sociólogo alemán atribuía esta superioridad a la visión más libre y progresista que, a su entender, es propia del espíritu luterano y, sobre todo, calvinista. Véase M. Weber,La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Barcelona, Orbis, 1985.
3. Postulamos, de hecho, que no hay un factor más poderoso (ni siquiera el económico) en relación con la conducta ética y práctica de personas y pueblos, que la mentalidad, la religiosa incluida. En esto coincidimos con la tesis de Weber, contraria a visiones economicistas como la de Marx y sus seguidores.
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