El respeto a las convicciones religiosas y la manera apropiada de gobernar un país no sonvariantes de una misma cosa: son temas completamente separados que tanto políticos como ciudadanos con visiones milenaristas de la sociedad se han encargado de mezclar y confundir para servir a sus propios fines. La actividad religiosa está orientada a los fines últimos, al destino final de la sociedad, desplaza el valor de la vida presente por una futura y en la mayoría de sus vertientes, busca superar o ir más allá de éste mundo. La actividad política es el ejercicio pragmático de llevar a la sociedad a sus fines más concretos e inmediatos: a mejorar sus condiciones de vida, a cambiar su manera de tomar decisiones y a decidir la forma de organización de la población.Religión y política son fundamentalmente incompatibles.
A través del ejercicio de la política,conservadores de todas las estirpes (desde los reyes y los duques y su derecho divino hasta los disfraces moralistas de los partidos demócrata-cristianos) han buscado llevar a la sociedad hacia el camino ‘correcto’ orientándola hacia valores que carecen de toda base racional.La sociedad solamente puede aspirar a regirse por criterios científicos y razonables – la gran deuda de la civilización occidental está con la ciencia y no con Dios. Todos los progresos que han permitido alcanzar el estadio de bienestar material del que goza el ciudadano occidental promedio han sido científicos, no otorgados por alguna deidad caprichosa.
Las bases de este repudio tan enérgico a la intersección entre política y ciencia estáfundamentado en una visión histórica cuyos ecos suenan hasta nuestros días: las guerras tribales en África, el conflicto Árabe-Israelí y el imperialismo norteamericano tienen sus raíces en el conservadurismo étnico y religioso. Cuando los hombres siguen sus valores religiosos para orientar su quehacer político su visión se nubla – los valores religiosos, por definición, no aceptan crítica u observación alguna. Son eternos, inamovibles. Sobra decir lo peligroso que es un hombre a cargo de un ejército que no puede aceptar que ha cometido un error, o que debe de cambiar el rumbo. El secularismo no es un lujo, es una necesidad. Jamás podría existir una sociedad armoniosa compuesta de personas religiosas si no fuera por este búfer insustituible que es el laicismo.
Los valores religiosos tienen carácter totalitario, buscan imponerse ante religiones que les compiten o que son diferentes, tildan de ‘infieles’ y ‘equivocados’ a aquellos que no comparten su cosmovisión y en algunos casos, prometen fuego y azufre a quien ose no seguir su camino.
Por otra parte, un gobernante empapado por estos valores y criterios no puede ser más que uno que busque imponer su visión ‘divina’ a los demás. Desde las definiciones tradicionales de ‘familia’, la homofobia católica justificada papado tras papado, hasta la oposición a los métodos anticonceptivos y al aborto, las imposiciones moralistas de los políticos religiosos y sus clérigos tienen efectos represivos y dañinos para las poblaciones a las que se les impone sin preguntarles siquiera su opinión.
Las peores perversiones de la democracia han salido de la imposición de criterios de manera totalitaria, y las aberraciones religiosas y conservadoras solamente son menos visibles que las cruzadas en tanto que sus métodos de imponerse son más sutiles – codificando el prejuicio en la ley, y penetrando las instituciones que deberían de servir para el bien común con el virus de la intolerancia y de la irracionalidad. De ahí que la religión no deba siquiera convivir en el mismo espacio que la política; la separación total y absoluta del quehacer político y la religión no es un imperativo moral, es la única opción para llevar a la sociedad por un camino sensato.
El culto a los ídolos jamás debe de salir del templo para ir al parlamento.
El debate sobre el Laicismo está a la base de la racionalidad tecno-científica, por tanto toda crítica a la concepción moderna es una crítica al Laicismo. En mi opinión tal postura es fruto de la visión del hombre y la sociedad que surgen del pensamiento Modernoy por tanto no lo considero como un absoluto
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