miércoles, 19 de abril de 2017

“Islam, religión de la espada”. La alarma de un jesuita egipcio

Dentro de diez días, el viernes 28 de abril, el papa Francisco aterrizará en un Egipto todavía agitado por las masacres del domingo de Ramos, llevadas a cabo por musulmanes en dos iglesias cristianas colmadas de fieles.
Pero el mantra de las autoridades vaticanas, comenzando por el Papa, sigue siendo que “el Islam es religión de paz”. Está más que prohibido hablar de “guerra de religión” o de “terrorismo islámico”.

Lo había intentado una vez “La Civiltà Cattolica“, en un editorial del 2014 firmado por el padre Luciano Larivera, al sumergirse en la realidad y escribir a propósito del ala más belicosa del mundo musulmán:
“La suya es una guerra de religión y de aniquilación. Instrumentaliza el poder de la religión y no al revés”.
Pero intervino inmediatamente el padre Antonio Spadaro para desautorizar esta simple verdad imprevistamente aparecida en la revista dirigida por él.
Pero en vísperas del viaje de Francisco a El Cairo, esa verdad ha reaparecido otra vez, en forma bien argumentada, esta vez en  “L’Osservatore Romano” y también por obra de un jesuita.
Su nombre es Henri Boulad. Tiene 86 años y nació en Alejandría (Egipto) en el seno de una familia siria de rito melquita que escapó de las masacres anticristianas de 1860. Vive en El Cairo y lo que sigue es parte de la entrevista que concedió al diario de la Santa Sede, fechada el 13 de abril, el Jueves Santo.
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P. – Padre Boulad, usted ha sido rector del Colegio de los jesuitas en El Cairo, donde han estudiado muchos musulmanes y cristianos, un ejemplo concreto de convivencia. Pero hoy el mundo parece estar bajo ataque del mismo Islam.

R. – ¿Pero de qué Islam hablamos? Éste es el punto. En el Corán hay versículos de la época de la Meca y están los de la época de Medina. En los escritos en la Meca, Mahoma formula un discurso muy abierto que habla de amor, los judíos y los cristianos son nuestros amigos, no hay obligaciones en la religión y Dios está muy próximo a nosotros. Como se puede ver, la primera parte de la vida de Mahoma transmite un mensaje espiritual, de reconciliación y de apertura.
Pero cuando Mahoma deja la Meca para fundar Medina, hay un cambio. De jefe espiritual pasa a ser un jefe de Estado, militar y político. Hoy las tres cuartas partes del Corán son versículos elaborados en la época que Mahoma vivió en Medina y constituyen un llamado a la guerra, a la violencia y a la lucha contra los cristianos.
En los siglos XIX y XX los musulmanes tomaron nota de esta contradicción y se reunieron para intentar resolverla, el resultado es que han tomado una decisión ahora famosa de “[hacer] derogar” y “derogado”: los versículos de Medina derogan los de La Meca. No sólo eso. Se rechaza el sufismo, por eso bibliotecas enteras fueron incendiadas en Egipto y en África del Norte.
Sería necesario entonces retomar los versículos originales, los cuales son la fuente y son justamente los versículos de La Meca, pero éstos han sido abrogados, por eso la religión musulmana se ha convertido en una religión de la espada.

P. – Pero muchos observadores y analistas hablan de un Islam moderado.

R. – El Islam moderado es una herejía, pero debemos distinguir entre las personas y la ideología: la mayor parte de los musulmanes son muy abiertos, amables y moderados. Pero la ideología presentada en los manuales escolásticos es radical. Cada viernes los niños sienten la predicación de la mezquita, la cual es una incitación continua: el que deja la religión musulmana debe ser castigado con la muerte, no es necesario saludar a una mujer o a un infiel. Por fortuna esto no es practicado, pero los Hermanos Musulmanes y los salafitas prefieren esta doctrina, los musulmanes moderados no tienen voz y el poder está en manos de quienes pretenden interpretar la ortodoxia y la verdad.
Los que tienen hoy el poder no son los musulmanes que han tomado del Islam lo que es compatible con la modernidad y con la vida en común con otras personas, sino los musulmanes radicales, los que aplican una interpretación literal, y a veces también instrumental, del Corán y que rechazan cualquier tipo de diálogo.
P. – Pero de este modo niegan la obra de todos los grandes pensadores musulmanes como Avicenna o Al-Ghazali.

R. – Sí, éste es el punto sensible. La reforma que hubo en la historia del Islam ha sido rechazada. Por ejemplo, el califa abasí El Maamoun – nacido en Bagdad en el 786 y muerto en Tarso en el 833, seguidor de los motáziles, los racionalistas del Islam – intentó una reforma, ¿pero quién se acuerda hoy de él? Ha prevalecido el Islam cerrado y rigorista de Muhammad ibn Abd al-Wahhab. La última reforma fue la que intentó en Sudán el sheik Mahmoud Taha, quien fue ahorcado en Khartum, en la plaza de la ciudad, porque había dicho que los versículos de La Meca debían derogar los de Medina.
Es un problema interno en el Islam, que no ofrece respuestas a las preguntas de la vida moderna y se encuentra frente a la necesidad de reformarse a sí mismo. El Islam tendría necesidad de un Vaticano.

P. – ¿Cuáles son los desafíos que hoy enfrenta Egipto?

R. – Un fenómeno del que se habla poco es el ateísmo. En Egipto hay más de dos millones de ateos. Han llegado a serlo porque no soportan más la religión como incitación a la violencia o a las ejecuciones capitales. En esto no hay nada que sea divino. No quieren más el fanatismo, la liturgia como repetición mecánica de gestos y oraciones. Dejar la religión es algo totalmente nuevo en Egipto y en el mundo árabe.

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