“Islam, religión de la espada”. La alarma de un jesuita egipcio
Dentro
de diez días, el viernes 28 de abril, el papa Francisco aterrizará en un Egipto todavía agitado por las masacres
del domingo de Ramos, llevadas a cabo por musulmanes en dos iglesias cristianas
colmadas de fieles.
Pero
el mantra de las autoridades vaticanas, comenzando por el Papa, sigue siendo
que “el Islam es religión de paz”. Está más que prohibido hablar de “guerra de
religión” o de “terrorismo islámico”.
Lo
había intentado una vez “La Civiltà Cattolica“, en un editorial del
2014 firmado por el padre Luciano Larivera, al sumergirse en la realidad y
escribir a propósito del ala más belicosa del mundo musulmán:
“La
suya es una guerra de religión y de aniquilación. Instrumentaliza el poder de
la religión y no al revés”.
Pero
intervino inmediatamente el padre Antonio Spadaro para desautorizar esta simple
verdad imprevistamente aparecida en la revista dirigida por él.
Pero
en vísperas del viaje de Francisco a El Cairo, esa verdad ha reaparecido otra
vez, en forma bien argumentada, esta vez en “L’Osservatore Romano” y también por obra de
un jesuita.
Su
nombre es Henri Boulad. Tiene 86 años y nació en Alejandría (Egipto) en el seno
de una familia siria de rito melquita que escapó de las masacres anticristianas
de 1860. Vive en El Cairo y lo que sigue es parte de la entrevista que concedió
al diario de la Santa Sede, fechada el 13 de abril, el Jueves Santo.
*
P.
– Padre Boulad, usted ha sido rector del Colegio de los jesuitas en El Cairo,
donde han estudiado muchos musulmanes y cristianos, un ejemplo concreto de
convivencia. Pero hoy el mundo parece estar bajo ataque del mismo Islam.
R.
– ¿Pero de qué Islam hablamos? Éste es el punto. En el Corán hay versículos de
la época de la Meca y están los de la época de Medina. En los escritos en la
Meca, Mahoma formula un discurso muy abierto que habla de amor, los judíos y
los cristianos son nuestros amigos, no hay obligaciones en la religión y Dios
está muy próximo a nosotros. Como se puede ver, la primera parte de la vida de
Mahoma transmite un mensaje espiritual, de reconciliación y de apertura.
Pero
cuando Mahoma deja la Meca para fundar Medina, hay un cambio. De jefe
espiritual pasa a ser un jefe de Estado, militar y político. Hoy las tres
cuartas partes del Corán son versículos elaborados en la época que Mahoma vivió
en Medina y constituyen un llamado a la guerra, a la violencia y a la lucha
contra los cristianos.
En
los siglos XIX y XX los musulmanes tomaron nota de esta contradicción y se
reunieron para intentar resolverla, el resultado es que han tomado una decisión
ahora famosa de “[hacer] derogar” y “derogado”: los versículos de Medina
derogan los de La Meca. No sólo eso. Se rechaza el sufismo, por eso bibliotecas
enteras fueron incendiadas en Egipto y en África del Norte.
Sería
necesario entonces retomar los versículos originales, los cuales son la fuente
y son justamente los versículos de La Meca, pero éstos han sido abrogados, por
eso la religión musulmana se ha convertido en una religión de la espada.
P.
– Pero muchos observadores y analistas hablan de un Islam moderado.
R.
– El Islam moderado es una herejía, pero debemos distinguir entre las personas
y la ideología: la mayor parte de los musulmanes son muy abiertos, amables y
moderados. Pero la ideología presentada en los manuales escolásticos es
radical. Cada viernes los niños sienten la predicación de la mezquita, la cual
es una incitación continua: el que deja la religión musulmana debe ser
castigado con la muerte, no es necesario saludar a una mujer o a un infiel. Por
fortuna esto no es practicado, pero los Hermanos Musulmanes y los salafitas
prefieren esta doctrina, los musulmanes moderados no tienen voz y el poder está
en manos de quienes pretenden interpretar la ortodoxia y la verdad.
Los
que tienen hoy el poder no son los musulmanes que han tomado del Islam lo que
es compatible con la modernidad y con la vida en común con otras personas, sino
los musulmanes radicales, los que aplican una interpretación literal, y a veces
también instrumental, del Corán y que rechazan cualquier tipo de diálogo.
P.
– Pero de este modo niegan la obra de todos los grandes pensadores musulmanes
como Avicenna o Al-Ghazali.
R.
– Sí, éste es el punto sensible. La reforma que hubo en la historia del Islam
ha sido rechazada. Por ejemplo, el califa abasí El Maamoun – nacido en Bagdad
en el 786 y muerto en Tarso en el 833, seguidor de los motáziles, los
racionalistas del Islam – intentó una reforma, ¿pero quién se acuerda hoy de
él? Ha prevalecido el Islam cerrado y rigorista de Muhammad ibn Abd al-Wahhab.
La última reforma fue la que intentó en Sudán el sheik Mahmoud Taha, quien fue
ahorcado en Khartum, en la plaza de la ciudad, porque había dicho que los
versículos de La Meca debían derogar los de Medina.
Es
un problema interno en el Islam, que no ofrece respuestas a las preguntas de la
vida moderna y se encuentra frente a la necesidad de reformarse a sí mismo. El
Islam tendría necesidad de un Vaticano.
P.
– ¿Cuáles son los desafíos que hoy enfrenta Egipto?
R.
– Un fenómeno del que se habla poco es el ateísmo. En Egipto hay más de dos
millones de ateos. Han llegado a serlo porque no soportan más la religión como
incitación a la violencia o a las ejecuciones capitales. En esto no hay nada
que sea divino. No quieren más el fanatismo, la liturgia como repetición
mecánica de gestos y oraciones. Dejar la religión es algo totalmente nuevo en
Egipto y en el mundo árabe.
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