lunes, 29 de abril de 2019

La homosexualidad en el budismo



Me cuestiono mucho sobre la importancia que se le da a la orientación sexual en la mayoría de las religiones. Y aunque parezca difícil de creer, existen religiones que no condenan la homosexualidad y son un buen ejemplo de la igualdad y el respeto que tanto exigimos en nuestra sociedad. 
El budismo es una de ellas, sin embargo, a pesar de que no condena a la homosexualidad, lleva este tema de manera muy superficial.  Pues, para el budismo la orientación sexual no es un asunto moral, ya que la moralidad no tiene que ver con conformarse a unas normas reveladas por un ser supremo, sino con si los comportamientos generan sufrimiento (dukkha) o no. La postura más coherente con el budismo primigenio y con los valores de las tradiciones budistas en su totalidad se resume en estas declaraciones del maestro Hsing Yun, fundador de la escuela taiwanesa Fo Guang Shan:
A menudo la gente me pregunta qué pienso de la homosexualidad. Se preguntan, ¿está bien?, ¿está mal? La respuesta es que ni está bien ni está mal; es sólo algo que la gente hace. Si no se perjudican los unos a los otros, sus vidas privadas son asunto suyo; deberíamos ser tolerantes y no rechazarlos.
Tres cosas separan el budismo de las demás religiones respecto al tema de la homosexualidad. La primera es que el budismo no es pro-natalista. Y como no tiene ningún interés especial en que nos reproduzcamos, el sexo no-procreativo no es conflictivo. En segundo lugar, no existe un dios creador que determine cómo deben actuar los humanos y a quien haya que contentar. Y por último, el budismo es fuertemente monástico y ha tendido a poner mucho énfasis en el celibato y a desaconsejar el deseo sensual —de cualquier tipo. Así que, si los actos homosexuales son problemáticos, lo son exactamente en el mismo grado que los heterosexuales; ni más, ni menos. De hecho, es más fácil acusar al budismo de anti-sexual que de inclinar la balanza a favor de un tipo u otro de sexo
Sin embargo, sí existen prohibiciones, por ejemplo, para los monjes y las monjas cualquier actividad sexual está prohibida. En el Vinaya, el código de conducta monástica, las ‘ofensas’ están ordenadas por gravedad: la más grave es sexo penetrativo con cualquier ser vivo y conlleva expulsión de la orden, mientras que otras como la masturbación mutua sólo requieren confesar lo sucedido. Lo interesante es que los actos homosexuales no constituyen una falta más grave que los heterosexuales sino que, dependiendo de los detalles de la situación, suelen considerarse o igual de graves ¡o incluso menos! Cuando el Vinaya condena esos actos, es únicamente por ser sexo, no por ser homosexuales.
No obstante, no todo es tan gayfriendly como parece. Según el Vinaya, hay dos categorías de personas a quienes se les niega la ordenación: ‘ubhatobyañjanaka’ y ‘pandaka’. La primera significa “que tiene las características de ambos sexos” y tiende a asociarse con hermafroditas y transgéneros, aunque en ocasiones también se refiere a homosexuales y bisexuales —el uso de los términos no es coherente a lo largo del canon pali. La segunda categoría tiene más connotaciones de comportamiento que no fisiológicas: ‘Pandaka’ se refiere a hombres homosexuales en el rol pasivo, afeminados y a menudo transvestidos. Sin embargo, en el mismo saco se engloban voyeurs, fetichistas e hombres impotentes. El término ‘pandaka‘ significa literalmente “sin pelotas” y designa a aquellos hombres que, por un motivo u otro, carecen de masculinidad —según la norma social de ese momento.
Por lo anterior, me llama la atención que en realidad no hay motivos de peso en la filosofía y psicología budistas para condenar la inclinación emocional hacia personas de un mismo género, los actos sexuales entre hombres y entre mujeres, ni las personas transgénero o con identidad intersexual. Lo único que se critica es la actitud de un tipo concreto de personas.  

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