Ciencia vs religión
Preámbulo
Escribo
este libro para presentar una resolución felizmente simple y completamente convencional a un tema tan cargado por
la emoción y
por el peso de la historia que cualquier
sendero expedito se suele convertir en algo recubierto por una maraña de
disputa y
confusión. Me refiero al supuesto
conflicto entre ciencia y religión, un debate
que sólo existe en la mente de las personas y en
las prácticas sociales, no en la lógica o en la utilidad adecuada de estos
temas completamente distintos, e igualmente vitales. No presento nada original
al formular la tesis básica (al tiempo que quizá reclamo una cierta inventiva
en la elección de las ilustraciones); porque mi razonamiento sigue un fuerte
consenso que ha sido aceptado durante décadas por pensadores importantes,
tanto científicos como religiosos.
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Nuestras preferencias para la síntesis y la unificación nos suelen impedir reconocer que muchos
problemas cruciales de nuestra compleja vida encuentran una mejor solución bajo
la estrategia opuesta de la separación respetuosa y de principio.
J 2 Ciencia versus religión
Las personas de buena voluntad desean
que la ciencia y la . religión estén
en paz, que trabajen juntas para enriquecer nuestra vida práctica y ética. Partiendo de esta premisa respetable, la gente
saca a veces la inferencia equivocada, en el sentido de que la acción conjunta
implica metodología y materia comunes; en otras palabras, que alguna
estructura intelectual superior conseguirá unificar la ciencia y la religión,
ya sea infundiendo a la naturaleza una imparcialidad conocible de piedad o bien
dirigiendo la lógica de la religión hasta una invencibilidad que finalmente
hará imposible el ateísmo. Pero, de la misma manera que el cuerpo humano
requiere para su subsistencia tanto alimento como sueño, el cuidado adecuado de
cualquier todo ha de valerse de contribuciones dispares procedentes de partes
independientes. Hemos de vivir la plenitud de una vida completa en muchas
mansiones de un vecindario que harían las delicias de cualquier abogado
moderno de la diversidad.
No veo de qué manera la ciencia y la religión podrían
unificarse, o siquiera sintetizarse, bajo un plan común de explicación o
análisis; pero' tampoco entiendo por qué las dos empresas tendrían que
experimentar ningún conflicto. La ciencia intenta documentar el carácter
objetivo del mundo natural y desarrollar teorías que coordinen y expliquen
tales hechos. La religión, en cambio, opera en el reino igualmente importante,
pero absolutamente distinto, de los fines, los significados y los valores
humanos, temas que el dominio objetivo de la ciencia podría iluminar, pero
nunca resolver. De manera parecida, mientras que los científicos han de actuar
mediante principios éticos, algunos de ellos específicos de su práctica, la
validez de tales principios no puede inferirse nunca a partir de los
descubrimientos objetivos de la ciencia.
Enunciado del problema J 3
Propongo que encapsuIemos este principio básico de la
no interferencia respetuosa (acompañado de un diálogo intenso entre los dos
temas distintos, cada uno de los cuales cubre una faceta fundamental de la
existencia humana) enunciando el principio de los magisterios que no se
superponen, al que para abreviar denominaré MANS. Confío en que mis colegas
católicos no se tomarán a mal esta apropiación de un término común en su
discurso, pues un magisterio (del latín magister,
o maestro) representa un dominio de
autoridad en la enseñanza.
Magisterium es, admitámoslo, una palabra insustancial, pero
encuentro que el término es tan magníficamente apropiado para la idea central
de este libro que me arriesgo a imponer esta novedad al vocabulario de muchos
lectores. Esta petición de indulgencia y esfuerzo al lector incluye asimismo
una condición: por favor, no se confunda esta palabra con otras que son casi
sinónimas pero cuyo significado es muy distinto: majestad, majestuoso, etc. (una confusión común I porque la vida católica también presenta actividad en
este ámbito diferente). Estas otras palabras derivan de una raíz (y por una
ruta) distinta, majestas, o majestad (que en último término procede de magnus, grande),
e implican dominación y obediencia incuestionable. Un magisterio, en cambio, es
un ámbito en el que una forma de enseñanza posee los utensilios adecuados para
el discurso y
la resolución significativos. En otras
palabras, debatimos y mantenemos un diálogo bajo un magisterio; caemos en el
respeto silencioso o en la obediencia impuesta ante una majestad.
Resumiendo, con sólo un poco de
repetición, la red, o ma-
1. En inglés, pero difícilmente en
castellano. (N.
del l.)
14 Ciencia versus religión
gisterio, de la ciencia cubre el reino empírico: de
qué está hecho el universo (realidad) y por
qué funciona de la manera que lo hace (teoría). El magisterio de la religión se
extiende sobre cuestiones de significado último y de valor
moral. Estos dos magisterios no se solapan, ni abarcan todo el campo de
indagación (considérese, por ejemplo, el magisterio del arte y el significado
de la belleza). Para citar los tópicos usuales, la ciencia obtiene la edad de
las rocas, y la religión el estremecimiento de las edades;2 la ciencia estudia
cómo van los cielos, y la religión cómo ir al cielo.
Examinaré este principio de MANS como una solución al
falso conflicto entre ciencia y religión en cuatro capítulos: el primero, una
introducción basada en dos relatos y contrastes; el segundo, una
caracterización e ilustración de MANS tal como la desarrollan y la sostienen
ambas instituciones, la ciencia y la religión; el
tercero, un bosquejo de las razones históricas para la existencia del
conflicto, mientras que no debiera existir ninguna; y el cuarto, un resumen de
las razones psicológicas para el mismo falso conflicto, con una sugerencia
final para el camino de la mejor interacción.
Deploro la actual tendencia a la confesión literaria,
generada por la fusión que nuestra cultura hace de dos conceptos radicalmente
distintos: la celebridad y la situación social. No obstante, acepto que los
temas intelectuales de tal relevancia personal imponen un cierto deber de
revelación por parte del autor, mientras que el ensayo, en tanto que género
literario, ha sido definido como discusión de ideas generales en contextos
personales ya desde que Montaigne
2. Juego de
palabras intraducible: rock es,
a la vez, roca y estremecer o sacudir. (N. del t.)
Enunciado del problema 15
acuñó
el nombre en el siglo XVI. Permítaseme, pues, brevemente, plantear una
perspectiva nacida de mi propia ontogenia accidental.
Crecí en un
ambiente que me parecía completamente convencional y falto de interés, en una
familia judía neoyorquina que seguía el patrón general de ascenso generacional:
abuelos inmigrantes que empezaron en fábricas explotadoras de los obreros,
padres que alcanzaron las filas inferiores de las clases medias, pero que no
poseían estudios superiores, y mi tercera generación, destinada a una
educación universitaria y una vida profesional para cumplir el destino
diferido. (Recuerdo mi incredulidad cuando la esposa de un colega inglés de
«buena crianza» encontró que este entorno era a la vez exótico y fascinante.
Recuerdo asimismo dos incidentes que resaltan el provincianismo extremo de mi
aparente refinamiento cuando era niño en las calles de Nueva York: primero,
cuando mi padre me dijo que el protestantismo era la religión más común en
América, y no le creí porque casi todo el mundo en mi vecindario era católico o
judío, perteneciente a las clases obreras emergentes de Nueva York, irlandeses,
italianos y europeos orientales, el único mundo que yo conocía. Segundo,
cuando mi único amigo protestante de Kansas City me presentó a sus abuelos, y
no le creí ... porque hablaban un inglés sin acento, y mi concepto de «abuelo»
nunca había ido más allá de los inmigrantes europeos.) Había soñado con vertirme
en un científico en general, y en un paleontólogo en particular, desde que el
esqueleto de Tyrannosaurus me impuso respeto y me asustó en el Museo de Historia
Natural de Nueva York cuando tenía yo cinco años de edad. Tuve la gran y buena
fortuna de conseguir estos objetivos y de amar mi trabajo con una alegría total
que continúa hoy en día, y
16 Ciencia versus religión
sin un solo momento de duda o ningún
aburrimiento que dure demasiado.
Compartí la enorme ventaja de un respeto por aprender
que impregna toda la cultura judía, incluso en los niveles económicos más
pobres. Pero no tuve educación religiosa formal (ni siquiera tuve un bar mitzvah),J porque mis padres se habían revelado contra un entorno
familiar que previamente nadie había cuestionado. (Según mi opinión actual, se
rebelaron en demasía, pero las opiniones sobre estas cuestiones tienden a
oscilar en un péndulo desde una generación a la siguiente, y quizá terminan por
situarse en un centro sensato.) Pero mis padres conservaron el orgullo de la
historia y el patrimonio judíos, al tiempo que abandonaban toda la teología y
la creencia religiosa. El Holocausto se cebó en ambas partes de mi familia (no
hay aquí nada personal, porque yo no conocí a ninguno de estos parientes), de
modo que la negación y el olvido no pudieron ser una opción para mis padres.
No soy creyente. Soy agnóstico en el sabio sentido de
T. H. Huxley, quién acuñó el término cuando identificó este escepticismo liberal
como la única posición racional porque, realmente, no podemos saber. No
obstante, habiéndome apartado de los puntos de vista de mis padres (y siendo
libre, en mi propia educación, de las causas de su rebelión), tengo un gran
respeto por la religión. El tema me ha fascinado siempre, casi por encima de
todos los demás (con unas pocas excepciones, como la evolución, la
paleontología y el béisbol). Gran parte de dicha fascinación reside en la
sorprendente paradoja histórica de que la religión organizada ha
3. Ceremonia en ]a
sinagoga de consagración de un muchacho al cumplir los ]3 años. (N. del t.)
Enunciado del problema 17
propiciado,
a todo lo largo de la historia de Occidente, tanto los horrores más indecibles
como los ejemplos más conmovedores de bondad humana frente al peligro
personal. (El mal, así lo creo, reside en la frecuente confluencia de la religión
con el poder secular. El cristianismo ha patrocinado su parte de horrores,
desde las inquisiciones a las liquidaciones, pero sólo porque esta institución
de tentó gran poder secular durante gran parte de la historia de Occidente.
Cuando mis paisanos dominaron, por un período más breve y en tiempos del Antiguo Testamento, cometimos
atrocidades similares con las mismas razones fundamentales.)
Creo, con todo mi corazón, en un concordato
respetuoso, incluso cariñoso, entre nuestros magisterios: el concepto de MANS.
MANS representa una posición de principio sobre bases morales e intelectuales,
no una solución meramente diplomática. MANS posee asimismo dos filos. Si la
religión ya no puede dictar la naturaleza de las conclusiones objetivas que
residen adecuadamente en el magisterio de la ciencia, entonces tampoco los
científicos no pueden aducir un mayor discernimiento en la verdad moral a
partir de ningún conocimiento superior de la constitución empírica del mundo.
Esta humildad mutua lleva a importantes consecuencias prácticas en un mundo de
pasiones tan diversas. Haríamos bien en adoptar el principio y gozar de las
consecuencias.
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