La historia de la mujer ha ido de la mano con la historia del hombre, en donde éstos pelearon batallas en nombres de reyes para la destrucción de fortalezas y la recuperación de poderes y naciones, según Riane Eisler en su libro El Cáliz y la Espada. Pero, de la mano de éstas historias tan sublimes se encuentran aquellas que le pertenecen al sexo femenino. Y, algunas de las batallas que las mujeres pelearon, fueron a causa de las intermitentes cazas de brujas a través de varios siglos por parte de la Iglesia Católica en donde “los hombres infligían sádicamente horribles torturas a muchos miles, quizás millones, de “brujas”” (Eisler, 1987). Según Bárbara Ehrenreich y Deirdre English, “La obsesión por las brujas no era ni una fiesta de linchamiento ni un suicidio en masa de mujeres histéricas. En lugar de eso, seguía procedimientos bien ordenados y legalistas. Las cazas de brujas eran campañas bien organizadas, iniciadas, financiadas y ejecutadas por la Iglesia y el Estado”. Esta búsqueda bárbara por asesinar, de manera cruel (en su mayoría condenadas a morir lentamente en la hoguera), por parte de un sistema que ha perdurado por siglos y que sigue vigente en nuestros días nos da una idea generalizada del comportamiento y, por ende, participación activa de dos poderes que han sido enemigos de la mujer desde el inicio de los tiempos.
En otras palabras, la caza de brujas era una acción formalmente aprobada y repetida que denominaba al sexo femenino como un fenómeno excéntrico y desconectado que desembocaba en un matadero y un manicomio. Los datos que Eisler presenta en su libro, muestra que el “nexo común que unía a las diversas sectas heréticas que la Iglesia perseguía tan cruelmente era su identificación con los así llamados valores femeninos” (Eisler, 1987).
"Desde entonces, el milenarismo ha renacido para volver a morir en múltiples ocasiones, siendo las brujas siempre las principales afectadas, obligadas a ‘confesar’ bajo torturas. Así ocurrió entre los siglos XVI y XVII en toda Europa. Aunque en nuestro país la Inquisición se centró más en la persecución de herejes y falsos conversos, 59 mujeres fueron quemadas acusadas de brujería, 4 en Portugal y 36 en Italia… pero solo en el Sacro Imperio Romano Germánico se llevaron a cabo más de 110.000 procesos y 60.000 ejecuciones ya de una forma institucionalizada dejándonos cierta documentación y literatura, como el Gründlicher Bericht escrito en el siglo XVI por el teólogo calvinista A. Praetorius. Pero la fiebre de la brujería cruzaría el Atlántico para llegar a América, siendo el principal paradigma el caso de los Juicios de Salem en Estados Unidos. La última ejecución por brujería tuvo lugar en Suiza en 1782, en el cantón de Gladis, Anna Goeldi fue la condenada. En nuestros días, el Parlmento suizo debate una moción que pide la reivindicación de Anna Goeldi, coincidiendo con la inauguración en Glaris un museo dedicado a ella".
"Desde entonces, el milenarismo ha renacido para volver a morir en múltiples ocasiones, siendo las brujas siempre las principales afectadas, obligadas a ‘confesar’ bajo torturas. Así ocurrió entre los siglos XVI y XVII en toda Europa. Aunque en nuestro país la Inquisición se centró más en la persecución de herejes y falsos conversos, 59 mujeres fueron quemadas acusadas de brujería, 4 en Portugal y 36 en Italia… pero solo en el Sacro Imperio Romano Germánico se llevaron a cabo más de 110.000 procesos y 60.000 ejecuciones ya de una forma institucionalizada dejándonos cierta documentación y literatura, como el Gründlicher Bericht escrito en el siglo XVI por el teólogo calvinista A. Praetorius. Pero la fiebre de la brujería cruzaría el Atlántico para llegar a América, siendo el principal paradigma el caso de los Juicios de Salem en Estados Unidos. La última ejecución por brujería tuvo lugar en Suiza en 1782, en el cantón de Gladis, Anna Goeldi fue la condenada. En nuestros días, el Parlmento suizo debate una moción que pide la reivindicación de Anna Goeldi, coincidiendo con la inauguración en Glaris un museo dedicado a ella".
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