La
beatificación de Juan Pablo II, con más sombras que luces, se ha
celebrado este domingo con una ceremonia a la que han asistido
personalidades de 87 países. La opulencia del acto, sin embargo, no ha
podido tapar las dudas alrededor de la validez del milagro de curación
que se le adjudica al anterior Papa, pero sobre todo su lado oscuro
estigmatizado por una estrecha amistad con el pederasta Marcial Maciel,
que continuó a lo largo de su vida, a pesar de las advertencias sobre
sus condenables prácticas.
La supuesta curación de una monja
francesa aquejada de Parkinson ha permitido esta beatificación, a pesar
de que en 2009 existían dudas sobre su veracidad después de que los
médicos confirmaron que la religiosa seguía padeciendo la enfermedad.
Un diagnóstico que no valió al Vaticano, que decidió seguir adelante
con su plan. Algunas fuentes citan más de 200 posibles curaciones que
con anterioridad se habían pretendido adjudicar a Juan Pablo II, sin
éxito.
Su silencio y la complicidad del actual Papa
Sin embargo, la escasa credibilidad del milagro que se le atribuye no
es la única sombra que se cierne sobre la beatificación. Juan Pablo II
impuso la ley del silencio frente a las acusaciones de pederastia
contra su amigo, el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial
Maciel, un silencio del que también fue cómplice el actual Papa.
En
1999, el obispo mexicano Carlos Talavera entregó una carta a Benedicto
XVI, entonces cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe. En ella se narraban los abusos de Maciel sobre el
sacerdote exlegionario Juan Manuel Fernández Amenábar.
Un asunto delicado
El
obispo Talavera contó la respuesta que le dio Ratzinger, el actual
Papa, que mañana beatificará a su antecesor. “Lamentablemente, no
podemos abrir el caso del padre Maciel porque es una persona muy
querida del santo padre, ha ayudado mucho a la Iglesia y lo considero un
asunto muy delicado”, fue su contestación, según un conocedor del
tema, Jesús Rodríguez , autor del libro “La confesión. Las extrañas
andanzas de Marcial Maciel y otros misterios de la Legión de Cristo”.
Maciel fue favorecido por Juan Pablo II
Durante
el largo mandato de Juan Pablo II, Maciel consolidó su congregación,
convirtiéndola en la de mayor crecimiento. Cuando Wojtyla fue nombrado
Papa en 1978, los Legionarios de Cristo tenían 100 sacerdotes. Cuando
murió el Papa, contaba con 800 y más de 2.000 seminaristas en todo el
mundo. Universidades en México, Chile, Italia y España; facultades de
Teología, Filosofía y Bioética, en las que estudiaban más de 130.000
alumnos. Además, una plantilla de 20.000 empleados y un patrimonio de
25.000 millones de euros, según datos de
El País.
Sectores de la Iglesia, en desacuerdo
No hay una aceptación homogénea tampoco dentro del mundo católico
acerca de esta beatificación, que critican, por ejemplo, sectores de la
propia Iglesia en Alemania, el prestigioso teólogo suizo Hans Küng o
colectivos en España como Redes Cristianas o Alandar. Para muchos, Juan
Pablo II protagonizó un pontificado intolerante y represivo.
La representación española en Roma
Alrededor
de 30 obispos españoles han asistido a la beatificación de Juan Pablo
II en Roma que se ha celebrado este domingo, junto a los Príncipes de
Asturias y unos 20 diputados, entre ellos, la
número dos del
PP, María Dolores de Cospedal. Por parte del Gobierno, han estado la
nueva embajadora ante la Santa Sede, María Jesús Figa, y el ministro de
Presidencia, Ramón Jáuregui, encargado de las relaciones con la
Iglesia católica.
¿Puede
ser beatificado quien, como fuera el caso de Karol Wojtyla o Juan
Pablo II, mantuvo fluidas y muy cordiales relaciones con la dictadura
de Augusto Pinochet, el general golpista chileno que se cargó -por la
vía de la fuerza y la represión más cruel- el Gobierno democrático del
presidente chileno Salvador Allende? Es una evidencia que así ocurrió y
que, a pesar de ello, Juan Pablo II jamás exigió a su amigo Pinochet
que pidiera perdón públicamente por los miles de chilenos asesinados y
que dimitiera de la Jefatura de Estado, usurpada por él.Es verdad que
la cúpula de la Iglesia católica, respecto a Pinochet, volvió a los
tiempos terribles en los que pontífices, cardenales y obispos apoyaban y
bendecían los regímenes absolutistas, mientras condenaban
explícitamente las ideas liberales y, más todavía, las socialistas y
comunistas. La excepción eclesiástica, sin embargo, la protagonizó
entonces el cardenal de Santiago de Chile, Raúl Silva Enríquez, que
hizo cuanto estaba en sus manos para evitar el golpe militar y, más
tarde, para defender los derechos humanos frente al dictador.
Los ministros católicos
En
los Gobiernos de Pinochet hubo ministros casi todos ellos católicos
–algunos vinculados a instituciones como el Opus Dei-, significativa
circunstancia que tiende a entroncar la era del tirano chileno con la
de los cuarenta años del general Francisco Franco, el tirano español.
Pinochet
veneraba
a Franco y lo admiraba –está demostrado- por haber destruido, mediante
la violencia armada, a la República. Pinochet asistió al funeral de
Franco. Visitaba en Londres, con relativa frecuencia, a la primera
ministra británica Margaret Thatcher. Lo hizo hacia 1999. El juez
Baltasar Garzón intentó detenerlo acusado de sus numerosos y abyectos
crímenes contra la humanidad.
Las influencias pontificias
Le
echó una mano el ahora beato Wojtyla. Se movilizó la diplomacia
vaticana. Y las influencias pontificias actuaron a favor del sangriento
dictador y en contra de los propósitos judiciales de Garzón y de
millones de ciudadanos de todo el mundo. No debe olvidarse que Juan
Pablo II saludó, junto a Pinochet, desde el balcón principal del Palacio
de la Moneda –bombardeado durante el golpe de Estado, con el
presidente Allende dentro- a los chilenos congregados allí que
aplaudían y vitoreaban a Su Santidad el Papa. Fue el mismo Wojtyla el
que dio la comunión a Pinochet y a su familia. ¿Recuerdan los lectores
de ELPLURAL.COM las múltiples comuniones de Franco difundidas por el
No-Do y por la TVE, ésa que ahora no gusta a María Dolores de Cospedal?
Recuerdan además, cómo el dictador iba en procesiones y actos
religiosos bajo palio?
El alto clero
Cospedal,
por cierto, se fue a Roma, dejando plantados a unos 2.000 agricultores
con los que tenía comprometida una cena electoral. ¡Qué imagen la de
la secretaria general del PP, arropada por las sotanas del alto clero,
besando la mano a obispos y cardenales, entre los que figuraba en
primera línea el cardenal Cañizares, cada vez más reaccionario! Los
votos de los monseñores los tiene garantizados en su mayoría el PP.