Creo que a lo largo de la
historia, la iglesia católica, ha infundido un cierto miedo a los fieles católicos, haciéndoles saber
que si no hacen lo que la iglesia pide, como
ir a misa, rezar, etc serán castigados,
mandados al infierno, etc.
Con estos actos la iglesia ha
conseguido que los fieles hagan lo que
la iglesia quiera y sigan todas las normas, para ser “salvados” o ir al cielo.
Sin embargo con el paso del
tiempo los católicos hemos estado perdiendo credibilidad en las normas que da
la iglesia.
El semestre pasado en la clase de
fe y cultura, nos fue proporcionado un texto el cual me llamó la atención nos
dice que no es necesario hacer todo lo que la iglesia pide para estar cerca de
Dios, y fue escrito por Baruch Spinoza, fue
un filósofo judío neolandés, heredero crítico del cartesianismo,
considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del
siglo XVII.
Pienso que este texto demuestra
lo que la iglesia no quisiera que pensemos, ya que si lo hacemos así, dejaremos
de creer como ellos quieren que creamos y dejaremos de hacer lo que ellos
quieren que hagamos.
Dios hubiera dicho:
" Deja ya de estar rezando y
dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al
mundo a disfrutar de tu vida.
Quiero que goces, que cantes, que
te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.
¡Deja ya de ir a esos templos
lúgubres, obscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que
son mi casa.
Mi casa está en las montañas, en
los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y
ahí expreso mi amor por ti.
Deja ya de culparme de tu vida
miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o
que tu sexualidad fuera algo malo.
El sexo es un regalo que te he
dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no
me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer.
Deja
ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver
conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus
amigos, en los ojos de tu hijito... ¡No me encontrarás en ningún libro!
Confía
en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo?
Deja de tenerme tanto miedo. Yo
no te juzgo, ni te crítico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro
amor.
Deja de pedirme perdón, no hay nada que
perdonar. Si yo te hice... yo te llené de pasiones, de limitaciones, de
placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias... de libre albedrío
¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo
castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo
crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de
la eternidad? ¿Qué clase de dios loco puede hacer eso?
Olvídate
de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son
artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en ti.
Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para tí. Lo único que te
pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía.
Amado mío, esta vida no es una
prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio
hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que
necesitas.
Te he hecho absolutamente
libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un
marcador, nadie lleva un registro.
Eres absolutamente libre para
crear en tu vida un cielo o un infierno.
No
te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo.
Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de
disfrutar, de amar, de existir.
Así,
si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di.
Y si
lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te
voy a preguntar ¿Te gustó?... ¿Te divertiste?... ¿Qué fue lo que más
disfrutaste? ¿Qué aprendiste?...
Deja
de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en
mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu
amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas
en el mar.
Deja de alabarme, ¿Qué clase de
Dios ególatra crees que soy?
Me
aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido?
Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te
sientes mirado, sobrecogido?... ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de
alabarme.
Deja
de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca
de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está
lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas
explicaciones?
No
me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro... ahí estoy, latiendo en
ti.
Spinoza
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