Me parece interesante esta nota, de un autor boliviano, que habla sobre cómo la intención actual de varios sacerdotes es simplemente enriquecerse a costa del nombre de Dios, sin rendir cuenta alguna sobre el uso del dinero recabado por medio del diezmo. Personalmente, considero que la Iglesia es y sigue siendo uno de los negocios más rentables que jamás haya existido. No concibo que el clero acumule tantas riquezas, al mismo tiempo que difunde un discurso de ayudar al prójimo y ver por los que menos tienen.
Hernan Cabrera
Martes, 31 Octubre, 2017 - 09:28
He
visto y oído a pastores elegantemente vestidos, con trajes muy fijos,
zapatos de charol, con relojes y anillos de oro, bien peinaditos, con
gel y perfumes, seguramente caros, discursear o sermonear a nombre de
Dios, exigiéndole sacrificios a sus seguidores, y hablar de la pobreza.
Esto me genera una crisis interna o dudas profundas, si me pongo a
pensar que Jesús y sus apóstoles cuando se juntaban para orar y para
hablar a las masas, lo hacían ataviados de túnicas casi rotas, en
abarcas, con el cuerpo cansado y sucio. Incluso Pablo, Pedro, los padres
de la Iglesia, fueron pobres al extremo, que así torturados y
perseguidos compartían la palabra de Dios. Cómo me duele pronunciar a
Dios en medio de tanta impostura y aprovechamiento de sujetos que vienen
explotando el sentimiento de dolor, de tristeza, de angustia y
desesperación de mucha gente, que a estas alturas requiere esperanzas y
certezas.
Ni
se diga de Jesucristo, el hijo de Dios, el enviado del Señor, que de
acuerdo a los relatos de la Biblia, su palabra sencilla, su humildad, su
pobreza y su sabiduría lograba reunir a mucha gente, y con solo
escucharlo, toda esa gente acongojada, enferma, desesperada sentía
alivio y salud. San Francisco, llevó al extremo su opción por Jesús:
abandonó riquezas, lujos, comodidades y se lanzó a predicar y a hacer la
palabra de Dios con su ejemplo, y con solo su sotana.
Pero
en la actualidad, con la expansión y el crecimiento de las religiones,
cuyos pastores, profetas, han encontrado en la palabra de Dios,
mecanismos y herramientas de subsistencia y de riqueza. Dios se ha
convertido en un negocio bonito, que a nombre del diezmo, y de la
salvación de las almas, los seguidores están en la obligación de dar
parte de sus ganancias a una alcancía común, que nadie rinde cuentas de
ellos, así como sucede con la Iglesia Católica, con las limosnas, que en
cada misa hay que depositar a las fuentes o canastos que pasan por las
filas donde están sentados los fieles.
Pero
me cuesta asimilar que en las religiones que tienen una diversidad de
nombres: Pare de Sufrir, Tiempo de cambio, Jehová, La medalla Milagrosa,
Metodista, Amor de Cristo, y muchas otras, encuentro a los predicadores
y pastores como si a ellos la pobreza no les afecta para nada y tienen
todo lo que la Biblia o los santos y pastores de antes carecían. Sé de
algunas personas, que las conozco y que hacen gala de sus pertenencias
en las redes sociales, que tienen vehículos último modelo, tanto para
ellos como para sus hijos, viviendas lujosas, se alojan en mejores
hoteles, tienen los mejores trajes y vestidos en sus cuerpos cada vez
que hay sus asambleas o cultos. Definitivamente esto me lleva a dudas y
serias contradicciones, y me pregunto: ¿Dios estará contento con sus
pastores hoy que hacen gala de riqueza y de poder? ¿Dios sabrá que a su
nombre cobran diezmos a esa pobre gente que está desesperada de
encontrar una solución a sus problemas económicos? ¿Por qué esos
pastores hablan de sacrificios y pobreza, si aparentan y tienen lujos?
¿Dios es un negocio o es una fe o un estilo de vida? ¿Por qué han
proliferado tantas religiones y éstas han hecho de la palabra de Dios
una actividad comercial?
¿Será
que Dios querrá todo esto que están haciendo las religiones, incluida
la Católica? En fin, hablar de religión en Bolivia es delicado,
susceptible, porque cada cual considera que tiene la verdad absoluta,
cuando esa verdad la tiene solo Cristo: Yo soy la verdad, la luz, y lo
que hacemos los humanos, con religión o sin ella, es buscar esa verdad
de forma permanente.
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