En esta crisis a un individuo ateo le puede resultar más fácil
argumentar contra la existencia de lo que la religión expone como verdad. La
existencia de un Dios de amor en un mundo auto destructivo levanta incógnitas y
esta crisis reciente generada por el contagio masivo del Covid-19 no ha hecho más
que amargar la herida.
No ha sido la primera vez que la humanidad se enfrenta a
una pandemia, de hecho, comparando la pandemia actual con las anteriores en el
transcurso de la historia, el Covid-19 ha tenido un menor impacto por una
diferencia considerable. Lo que si ah sido “nuevo”
para la humanidad, es vivir una pandemia en una época de ultra globalización,
pues ahora gracias la a cantidad de información emitida respecto al covid los números
bajos de muertos aun así causan pánico social o en su opuesto extremo,
incentivan a grupos a formar teorías conspirativas alarmantes; sabemos tanto
que no sabemos que sabemos.
Con tanto flujo de información hoy en día, queda la pegunta;
¿dónde han quedado los milagros?
Estos acontecimientos claves en las narrativas bíblicas, que
exponen el poder y bondad del Creador en cuestión, según la biblia que se consulte
se han acabado cuando la humanidad ah desarrollado herramientas para capturar
el fenómeno sucediendo, sin duda mucha gente cambiaría de opinión si viese uno de
estos despliegues de fuerza mayor catalogado de una forma mas asertiva,
saliendo del método de transmisión del “boca en boca” o de un texto de miles de
años de antigüedad.
Pero no, se mantiene un silencio, se intenta explicar los
milagros ahora como simbolismos, la pregunta de su existencia se desplaza y en
vez de responder, genera nuevas preguntas; sabemos tanto que no sabemos si
sabemos lo que creemos.
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