martes, 29 de noviembre de 2011

Cuando le pregunte al Padre sobre el creacionismo.

Para que entiendan este post les tengo que decir, primero, que siempre he sido muy preguntona. Si algo no me cuadra no paro hasta tener una respuesta, mas o menos entendible de lo que me está molestando en ese momento. Eso fue exactamente lo que me pasó a los ocho años un día despúes de misa. 

Estaba yo de ocho años con mi familia cuando el padre empezó a explicar algo sobre el creacionismo, Adan y Eva y el principio del mundo. Explicó los rollos de la serpiente, la manzana y el paraíso. Todo sonaba muy bonito pero ¿dónde quedaba todo lo que acababa de aprender en la escuela del Big Bang y la creación científica de la tierra? No me quedaba claro, y como buena preguntona, después de misa fui a preguntar. 

El padre que en ese tiempo daba misa en el parque de mi colonia, una misa a la que iban, regularmente, unas treinta personas, era muy centrado. No se andaba con rollos de -Diós los va a castigar si no hacen equis o ye.- Al final de la misa me acerqué con todo el valor que puede tener una niña de ocho años a cuestionar a una figura de autoridad, a alguien que no se cuestiona, para que me explicara donde cabían Adan y Eva en el Big Bang. 

Me lo explicó, en verdad a estas alturas no me acuerdo que me dijo, pero si recuerdo el sentimiento de que todo estaba bien. Me explicó algo como que una teoría no se anteponía a la otra y supongo que me dio la respuesta que Adan y Eva son metáforas y que lo que está escrito en la Biblia es para interpretarse. Mi yo de ocho años quedo satisfecha con la respuesta y fue el padre logró que no desertara de la fé, mínimo por unos años más. 

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