Estaba yo de ocho años con mi familia cuando el padre empezó a explicar algo sobre el creacionismo, Adan y Eva y el principio del mundo. Explicó los rollos de la serpiente, la manzana y el paraíso. Todo sonaba muy bonito pero ¿dónde quedaba todo lo que acababa de aprender en la escuela del Big Bang y la creación científica de la tierra? No me quedaba claro, y como buena preguntona, después de misa fui a preguntar.
El padre que en ese tiempo daba misa en el parque de mi colonia, una misa a la que iban, regularmente, unas treinta personas, era muy centrado. No se andaba con rollos de -Diós los va a castigar si no hacen equis o ye.- Al final de la misa me acerqué con todo el valor que puede tener una niña de ocho años a cuestionar a una figura de autoridad, a alguien que no se cuestiona, para que me explicara donde cabían Adan y Eva en el Big Bang.
Me lo explicó, en verdad a estas alturas no me acuerdo que me dijo, pero si recuerdo el sentimiento de que todo estaba bien. Me explicó algo como que una teoría no se anteponía a la otra y supongo que me dio la respuesta que Adan y Eva son metáforas y que lo que está escrito en la Biblia es para interpretarse. Mi yo de ocho años quedo satisfecha con la respuesta y fue el padre logró que no desertara de la fé, mínimo por unos años más.
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